Hablar de la historia del cine en España es hablar de Mario Camus. El director y guionista cántabro ha sido autor de grandes obras como ‘La Casa de Bernarda Alba’, ‘La colmena’, ‘Los santos inocentes’, ‘Curro Jiménez’ o ‘Fortunata y Jacinta’, entre muchas otras.
Además, el cántabro ha sido reconocido con varios premios que pusieron el broche a toda una carrera cinematográfica marcada por la postguerra y la censura que España sufrió tras la Guerra Civil. Ahora, a sus 86 años, Mario Camus rememora lo que ha supuesto la comunidad para su carrera, además de analizar el panorama de la industria en la actualidad.
Has sido director y guionista. ¿En cuál de las dos facetas te encuentras más cómodo?
Desde que empecé tuve esa vertiente escritor. Ya la tuve antes, porque estuve trabajando con Carlos Saura mucho tiempo antes de la primera película, ‘Los Golfos’. En aquel tiempo, en la época de Franco, coincidió con que entró un director general de cine que era muy partidario de que este cambiará y de que lo cogiera gente más joven. Veníamos de un cine un tanto anquilosado de los años cuarenta.
Entonces nos pusimos todos a trabajar, y afortunadamente no he tenido interrupciones, siempre he trabajado con una cierta constancia.
«Los españoles vivimos en un país que, al igual que tantos otros, está colonizado por el cine norteamericano«
¿Cómo definirías tu estilo cinematográfico?
No me paro a definirme. No tengo esa especie de narcisismo o de obsesión con uno mismo de mirarse al espejo. He tenido un trabajo muy continuado y ha sido muy absorbente. Me he limitado a hacerlo.
Nunca he hecho reflexiones profundas sobre mí, y sobre lo qué significa lo que he hecho. Me centro en las dificultades que he tenido, en cómo las he superado, no tanto en hacer un análisis sobre mi trabajo y sobre lo qué puede llegar a importar.
¿Crees que los jóvenes de hoy en día tienen el mismo afán por el cine que el que había entonces?
El que se mete en estos terrenos y los conoce un poco, se sitúa y sabe que es un mundo muy complicado. Los españoles vivimos en un país que, al igual que tantos otros, está colonizado por el cine norteamericano. Uno se defiende, intenta salir… No te da tiempo a pensar mucho si de verdad estás interesado en trabajar.
Ahora, en cierto modo, ¿los jóvenes lo tienen más fácil?
Es cierto que los tiempos han cambiado, y que el acceso a las escuelas de cine no es el que había en mi época. Me regocijo cuando veo una película que está bien. Es complicado hacer películas, estrenarlas, sobre todo en estas fechas, con la COVID-19. Por supuesto, hay gente que hace buenas películas, y otros que simplemente pasan por ahí. Los tiempos han cambiado, es una realidad. No lo tienen más fácil, simplemente la sociedad ha evolucionado.
Visitabas paisajes de Cantabria para inspirarse en sus obras.
Efectivamente. Cuando escribes te imaginas, por ejemplo, una escena de playa, y siempre la sitúas en el mundo que conoces. He venido muchas veces a Cantabria a rodar, y es un placer. Nunca he tenido la sensación de que grababa en un terreno complicado. Venir a rodar a Cantabria es algo que hice durante mucho tiempo.
¿Nunca sentiste que añoraba Cantabria al estar tanto tiempo viviendo en Madrid?
En cuanto podía volvía. Al final nunca he estado muy despegado de Cantabria. Mi familia estaba aquí y teníamos una casa en Ruiloba. Si soy de Cantabria no se me ocurre ir a rodar a otra comunidad. Al final es un territorio conocido, familiar. No es lo mismo una playa de Comillas que una de Castellón.
«Los músicos tienen mucha importancia, pero tienen la misma relevancia que los técnicos o la localización»
En los años 80 dirigiste la serie televisiva Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós. Ha sido un hito para la historia de la televisión española.
Tiene un punto de partida muy gracioso. Los que propusieron hacer para la televisión Fortunata y Jacinta fueron los franceses. Eran los años 70 y estaba en la presidencia estaba Valéry Giscard d’Estaing. En Francia había un canal de la televisión que era Antenne 2, que, como quien dice, era la segunda cadena. Ellos pensaron en entrar en coproducción con la televisión española, que, hasta ese momento, nunca lo habían hecho. Hablaron por primera vez con la televisión española porque querían hacer algo sobre Goya, y los españoles dijeron que ya se había hecho mucho sobre él, y que no les interesaba seguir en esa línea.
En esos años, la editorial Gallimard en aquellos años tradujo y editó Fortunata y Jacinta. Fue entonces cuando los franceses propusieron coproducir la obra de Benito Pérez Galdós. Hubo una serie de gente en televisión que se propuso llevar la obra a la pequeña pantalla.
Había un señor, que curiosamente había nacido en Cantabria aunque no había vivido aquí, llamado Miguel Ángel Martín. Este hombre era un director de producción muy afamado y se había metido en el mundo de la televisión. Me llamó y me contrataron para hacer Fortunata y Jacinta.
Por entonces yo estaba haciendo Curro Jiménez, estaba acabando la primera fase de la serie. ‘Fortunata y Jacinta’ no fue un proceso sencillo. Era el año 76, llamaron, hablamos, se empezó a preparar, se paró, volvió… No sabíamos si iba bien o mal. Estaba muy atado a eso y me estaba incluso perjudicando porque estaba pasando mucho tiempo con esa obra. De pronto decidieron arrancar. Cambiaron el director de televisión y decidió comenzar con Fortunata y con los franceses. Ellos propusieron que el personaje principal masculino fuera francés.
Acabamos rodando a finales de los 70, que por cierto fue un rodaje muy largo. En abril del 80 se emitió el primer capítulo en televisión y tuvo muy acogida, así como una buena crítica. Esa fue la historia de ‘Fortunata y Jacinta’.
Has trabajado con músicos como Antón García Abril. ¿Qué importancia le das a las bandas sonoras?
Muchísima. Los músicos tienen mucha importancia, pero tienen la misma relevancia que los técnicos o la localización. Al final cualquier pequeña cosa que forma parte del equipo de la historia que se esté rodando puede estropearte algo, y tienes que estar conforme con todo. Nunca hay algo que sea más importante que otra. Al final como director intentas que todas las disciplinas agregadas conjuguen y puedan converger en una historia. Con cada una de ellas te la juegas. Cuando ya tienes una cierta experiencia compones un equipo del cual te fías.
Tenía a Antón García Abril, a Rafael Palmero… Mis ayudantes casi siempre eran los mismos. Todo entraba dentro del equipo. Cuando trabajas muy poco es difícil tener un equipo fijo, pero cuando hay continuidad en el trabajo uno tiene la inmensa fortuna de poder disponer del equipo necesario.
«Un actor, por muy bueno que sea, si tiene un papel que no le corresponde, está como alguien que se está ahogando»
También has trabajado con actores y actrices de la talla de Ana Belén y Alfredo Landa. ¿Cómo ha sido trabajar con ellos?
Ha sido una gozada. Hay una cosa que está clara: si el papel del actor le ha sido dado con fortuna, es decir, si le va a ese personaje, si has acertado en lo más complicado, que es escoger a la persona correcta, va a ser increíble. Hay que acertar en el actor. España está llena de actores formidables, pero hay que darle el papel que le corresponde.
Un actor, por muy bueno que sea, si tiene un papel que no le corresponde, está como alguien que se está ahogando. De la misma forma, un papel formidable, con un actor mediocre o que no se adecúa a él, no funciona. La mejor forma de dirigir a un actor es hacer que coincida con el personaje que se le da.
¿Crees que España tiene una industria cinematográfica consolidada?
La única industria cinematográfica consolidada del mundo es la americana. Tienen sus dobladores maravillosos que transforman la película en algo increíble, estrenan en los mejores lugares, ganan mucho dinero y les va muy bien. A nosotros a veces nos va muy mal porque no podemos estrenar donde queremos y hay problemas. Pero estos están derivados de la gran fuerza que tiene la industria americana. Ahora mismo los americanos han dado un bajón notable en materia de calidad, porque ya no son los actores que eran. Si embargo, tú ves a televisión y hay películas americanas, y hay una española de cada treinta películas, y esto nos pasa en todos los países.
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